El Malecón Simón Bolívar es el símbolo turístico de Guayaquil, es el más visitado por los turistas nacionales y extranjeros. Hoy también es el centro de discusión y hasta de polémica política, pues el alcalde electo el 5 de febrero, Aquiles Álvarez, ha expresado su deseo de que se derriben las rejas que lo limitan.
Si la ciudad es la Perla del Pacífico, por su apariencia luminosa y hermosa, el Malecón Simón Bolívar es el diamante, por su destello exquisito de belleza, que proyecta paz y atrae a nacionales y extranjeros.
Allí, las familias pasean en calma; si tienen niños los ven juguetear emocionados; las parejas caminan de la mano con ojos de corazones; los turistas se embelesan mirando correr, hacia arriba o hacia abajo, según la marea, las aguas del río Guayas. Las aves parecen divertirse porque los paseantes las ven haciendo voleteretas en el aire.
En este escenario de ensueño está vivo el recuerdo del estrechón de manos entre los libertadores de América Simón Bolívar y José de San Martín, ambientados en el Hemiciclo de La Rotonda, una estructura semicircular donde se puede escuchar la voz que quien te habla en el otro extremo, a distancia.
En el Malecón Simón Bolívar, aquel diamante de Guayaquil, también hay jardines con frondosos árboles, patios de comida, un cine, atractivos como la rueda La Perla, piletas, más monumentos y estructuras.
Una de estas es la Torre Morisca, en cuya parte alta está el reloj público, que hace casi cuatro décadas fue vendida por un ciudadano conocido como El Cuentero de Muisne a un turista extranjero, por 5.000 sucres. Entonces y hasta 1999, ese escenario era un parque de pueblo a orillas del Guayas donde grupos de hombres se emborrachaban, donde las parejas se manoseaban, donde los ladrones con cuchillo en mano asaltaban y corrían.
Un paseo fluvial a bordo de lanchas permite visualizar lugares emblemáticos de la ciudad desde el río Guayas.
1,8 millones de visitas al mes
En el año 2000, con fondos públicos y aportes privados se inauguró la regeneración del Malecón Simón Bolívar, llamándolo también Malecón 2000, con una extensión de 2,5 kilómetros, cerrado con rejas que lo limitan con la avenida Malecón.
Se convirtió en adelante en ese diamante de Guayaquil, inclusive reconocido como ‘espacio público saludable’ por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), algo que algunos opinadores hasta desconocen.
Por sus 16 puertas, que permanecen abiertas durante 17 horas, ingresan mensualmente 1.8 millones de personas. Van a pasear, a hacer ejercicio, a comer, “a afilar la lengua, engordar la mirada y olvidar las penas”, como dicen en la jerga guayaquileña.
Van a vivir una vida de calma, en el caso de los guayaquileños que viven en barrios y en casas enrejados por la inseguridad. Tiene muelles para recorrer en lanchas por el cauce del río Guayas.
En la cabecera norte del Malecón Simón Bolívar está la rueda La Perla, el MAAC, el cine Imax y más entretenimientos.
Es centro de visita de turistas
Hoy en día, el Malecón Simón Bolívar es el diamante turístico de Guayaquil. Las cifras de la Empresa Pública Municipal de Turismo, levantadas por medio de su Observatorio del ramo, a cargo de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), lo certifican.
En 2022, entre enero y octubre, la llegada de visitantes a Guayaquil alcanzó una cifra de 2’183.916. De este total de turistas, el 33,8% fueron extranjeros y un 66,2% ecuatorianos, señala el informe, que menciona que el sitio que ha recibido más visitas es el Malecón Simón Bolívar, hoy en el centro de la discusión.
En este caso, el 34,54% de los visitantes acudió al Malecón, es decir, alrededor de 770.000; Las Peñas, 17,38%; cerro Santa Ana, 13,59%; el Parque Seminario o de las Iguanas, 10,51%; Puerto Santa Ana, 9,88%; el Malecón del Estero Salado, 3,19%, son los otros sitios icónicos de la urbe preferidos por los turistas. Cada día se aprecia turistas con cámara en mano recorriendo el espacio.
Estos números de visitas se registran pese a su enrejado, con 16 puertas que actualmente se abren de 06:00 a 23:00. El alcalde electo argumentó en campaña que quería un malecón para la gente: “Vamos a quitar los 2,5 kilómetros de rejas del Malecón 2000; vamos a incluir a la gente. (...) Era una medida importante cuando la hizo el ingeniero León Febres-Cordero (...). Necesitamos sacarnos ese chip y evolucionar como ciudad, y tenemos que tener un malecón abierto, como las grandes ciudades del mundo. (...) Las rejas limitan la conexión entre Guayaquil y el Malecón. Queremos un malecón abierto de verdad”.
Ya electo, señaló que creará mesas de trabajo incluyendo a diversos sectores para ejecutar aquel objetivo. Sobre el tema ya se han pronunciado, en diversos medios, urbanistas, ciudadanos, vendedores, activistas sociales y hasta los vendedores informales que trepan las rejas para ingresar a ofrecer sus productos, sobre todo agua.
Dudas en el sector turístico
Guías, dirigentes y otros actores del turismo en Guayaquil piden que se analice bien una decisión de esta naturaleza sobre el Malecón Simón Bolívar, por ser ahora un escenario privilegiado para el turista.
Stefany Mendoza, guía local de turismo, rechaza la intención, ya que, dice ella, el enrejado permitió hacer de este punto una especie de complejo turístico, uno de los más visitados en Guayaquil.
“Solo el enrejado era muestra de seguridad y confianza a la hora de caminar sin miedo. Ahora, bajo qué confianza los turistas pueden recorrer cada rincón del malecón si lo que más hay aquí son robos. Recordemos que Guayaquil sigue en el top de ciudades más violentas”, añade Mendoza.
Holbach Muñetón, presidente de la Federación de Cámaras de Turismo del Ecuador (Fenacaptur), expresa que si el objetivo es seguir captando la atención de turistas internacionales, no todos están acostumbrados a convivir con guardias de seguridad armados (que podría implementarse al sacar las rejas) y sentirse presos de disfrutar de lo atractivo de un parque libre.
Intenta buscar un aspecto positivo al decir: “Todo es un proceso de cambios por hacer y a los que debemos aceptar con la certeza de salir bien. Estos son los cambios que debemos asumir después de estar mucho tiempo encerrados por el COVID-19”, recalca el empresario.
No obstante, enseguida le saltan dudas y cita la percepción de inseguridad de la ciudadanía, que por eso prefieren estar encerrados para estar libres de robos, secuestros y demás incidentes que atenten con la vida o imagen de ellos. “Las casas, ciudadelas y locales quieren estar cerrados y eso no es lo óptimo que debería suceder porque necesitamos libertad sin libertinaje”, expresa.
En caso de quitar las rejas del Malecón Simón Bolívar de Guayaquil, ese sería solo un primer paso, según Muñetón, pues se debe sumar otros ingredientes de seguridad como más policías, cámaras, alarmas y circuitos electrónicos.
Las áreas verdes forman parte esencial del malecón, sobre todo en el sector norte, donde además hay estanques.
La seguridad es la clave
La seguridad centra la discusión en el sector turístico. Julio Jiménez Murillo, director de la Cámara Provincial de Turismo del Guayas, indica que el turismo somos todos, la oferta turística debe tener como prioridad la seguridad de los visitantes y los atractivos.
“Son medidas de conservación y seguridad que se aplican al turismo incluso a nivel mundial. Está bien (la idea de sacar las rejas), pero hay que regularizar los comerciantes informales", recalca.
Ángel Naranjo, otro de guía de turismo de Guayaquil, recuerda que hace más de 30 años el Malecón Simón Bolívar era un sitio intransitable e inseguro. “¿A eso es a lo que buscamos volver? Y después nos quejamos porque no hay turistas, porque la gente huye de Guayaquil, si no hay respaldo a la seguridad”, expresa.
Para el guía, el guayaquileño no tiene conciencia del cuidado de los bienes públicos y así las cosas empezarán a desaparecer y quedará en el recuerdo todo lo que hacía lucir bello al Malecón 2000.
“Lo rechazo (quitar las rejas), pero esperemos a ver qué pasa. Así que necesitamos más plata, más inversión y las autoridades siguen malgastando lo poco que hay. La seguridad es prioridad y el sector turístico lo ha venido exigiendo por años”, acota.
Al diamante hay que cuidarlo, atesorarlo. A ese diamante de Guayaquil, llamado Malecón Simón Bolívar, a donde van 1.,8 millones de personas al mes. (I)
Por: José Olmos y Érika Arreaga