Época de Semana Santa. Prohibido comer carne, eso nos inculcaron nuestros padres cuando éramos pequeños. Semana Santa, sinónimo de comer pescado, granos y de la exquisita y tradicional fanesca en Ecuador, que se prepara con doce granos y pescado. Este plato, tradicional en la Sierra desde siglos atrás, en los últimos años se ha convertido en la Costa, sobre todo en Guayaquil, en el bocado principal de venta para restaurantes y el surgimiento de emprendedores de época.
Mónica Catagua, guayaquileña que reside por más de 15 años en la ciudadela El Paraíso, norte de la urbe, es una amante de la gastronomía. Relata que su amor por la cocina empezó cuando aún era niña, cada vez que su mamá preparaba los alimentos en casa se paraba junto a ella y la observaba mientras picaba los ingredientes para el almuerzo que debía estar justo a las 12 del mediodía. Cuando cumplió 13 años, su primer postre, un bavarois de piña originó un gracioso episodio. En una ocasión invitó a un amigo de su familia a degustar su primera creación. Él le dijo que estaba delicioso, pero se sintió apenada al ver que sacaba el afrecho de la piña, debido a que olvidó cernirlo.
Catagua, hoy de 50 años, precisa que tiene más de 18 años elaborando fanesca. ¨Nadie me enseñó a hacerla, aprendí viendo y ayudando a mi suegra, todos los jueves de semana santa en la noche dejaba picando las verduras que se necesitaban para la preparación¨, reseña. Ella usa doce granos, los característicos de este plato tradicional.
Antes de que ella la preparara y comercializara, la familia de su esposo siempre se reunía cada Viernes Santo a degustar la fanesca hecha por su suegra. Era tan buena la sazón, que cada uno llevaba su recipiente para repetir en sus casas.
Rememora los momentos más difíciles para "parar la olla". A los 16 años tuvo que dejar la universidad porque sus padres se separaron; su mamá tuvo que iniciar una nueva vida sin su esposo y padre de sus dos pequeñas hijas.
Entonces su mamá empezó a trabajar de lunes a viernes en un taller de costura, pero como no alcanzaba lo que ganaba para mantener a sus hijas, los fines de semana hacía bollos y hayacas para ganar un poco más de dinero. "A mí me tocaba rallar el verde y ayudar a vender", dice. En el año 1993, Catagua ya tenía una bebé y como necesitaba más dinero optó por preparar guatita.
La suculenta fanesca ecuatoriana, en este caso la que prepara Mónica Catagua en el norte de Guayaquil.
Rememora que por un amigo de su esposo más tarde pusieron un pequeño negocio en el que venderían encebollado, cuya preparación aprendió de su tío, uno de los primeros vendedores de encebollado de Guayaquil. Posteriormente, sorteando obstáculos, en 2017 Mónica Catagua y su esposo, lucharon por establecer un pequeño local de comida por la zona donde aún residen. Vendían platos típicos como la guatita, encebollado y bollos.
Para ella, la fanesca, al igual que el relleno navideño y la colada morada, son platos de temporada, que dejan recursos. Ahora, los domingos en su casa vende encebollado de albacora y guatita, junto con su esposo.
¨No soy una persona religiosa, pero aprovecho siempre la oportunidad de reunirme con la familia si se da el caso. Me encanta que las personas prueben lo que preparo, y que les guste lógicamente. Quienes profesan la religión católica tienen por costumbre no ingerir carne en semana santa, y para mí y para todos quienes preparamos platos con mariscos, es muy beneficioso¨, finaliza Catagua. (I)
Violeta prepara y comparte
Violeta Benítez, de 83 años, residente del cantón San Jacinto de Yaguachi, Guayas, detalla que desde muy pequeña ha estado rodeada de la tradición de la fanesca. Cuenta que ella tenía una casa de caña. Su mamá, que aún vive, desde el domingo de ramos mandaba a su papá a recoger la leña y comprar los ingredientes para la fanesca.
Ella junto con sus hermanas, solían desgranar el choclo y otros ingredientes para agilizar la preparación. "Nosotros somos una familia humilde y como no teníamos dinero para comprar los ingredientes, los vecinos, muy amables, nos ayudaban", cita Benítez, esposa y madre de seis hijos.
"La comida es secundaria, los viajes quedan en segundo plano, las Iglesias son las que necesitan de nuestra presencia y sincero arrepentimiento".
Expresa que, desde ese día, se propuso cada Semana Santa llegar a ellos y agradecerles con un plato de esta sopa. En honor a los doce discípulos, ella usa doce granos, reparte en doce casas para que disfruten doce familias.
"Siento que desde ese día he podido tener pruebas difíciles, pero la comida jamás ha faltado en mi casa; soy bendecida por el de arriba, a quien también le rindo respeto en estos días de su pasión y muerte", enfatiza.
Ella sostiene que la Semana Santa significa perdón, reconciliación, y volver a nacer en el amor de Dios. "Ese que nunca se cansa de esperarnos con los brazos abiertos porque justo, así, muere a la espera de mi sincero arrepentimiento", destaca, como una lección. (I)