Ayer tuve un sueño, una pesadilla más que un sueño, soñé que un señor que creo que se llamaba Ecuador estaba muriendo, no perdón, estaba muerto. Era su velorio y este señor por algún avatar del destino, su alma, estaba presenciando su propio velorio.
La sala llena de rosas, rosquitas y con un profundo olor a café, todos vestidos de negro, los más importantes de la sala en los primeros puestos conversan de cómo repartirse lo que dejaba el muerto, muchos que lo adulaban en vida, contaban cachos en medio de la ceremonia, discursos falsos mentiras por doquier, decían cosas grandilocuentes pero en el fondo nadie hacía nada para ayudarlo.
Siempre trató de salir adelante
Tuve un sueño, en él, vi a este señor, siendo joven, alegre, feliz, cuando se sentía seguro, cuando caminaba por las calles tranquilo, cuando pasaba por el árbol de mango y se comía uno, lo vi bailar salsa y merengue por las calles derrochando alegría y libertad, eran otros tiempos.
Lo vi luchar por un futuro mejor, lo vi tratar de salir adelante, lo vi dando su mayor esfuerzo y grandes gotas de sudor con la intención de salir avanti, lo vi soñar con un futuro mejor, lo vi intentando darle un futuro a sus hijos y nietos.
En este sueño, este señor equivocó el camino, le confió su vida y sus bienes a individuos equivocados, que se llenan la boca diciendo que lo defendían, que eran patriotas, que amaban el terruño, que traerían mejores días, pero en el fondo sólo existía la avaricia, el egoísmo y la megalomanía.
Este señor se dejó llevar por los malos amigos y contactos, al final de sus días ya no sabía quién era quien, no podía reconocer quien era su amigo o enemigo, no sabía lo que realmente tenía o había perdido, y todos aquellos que queríamos ayudarlo, estábamos confundidos y consternados, porque era imposible dar la mano, estábamos atados.
Los que tenían que defenderlo, le fueron quitando su oxígeno, los que administraban sus bienes dejaron vacías sus alforjas, los que escribían sus leyes, tenían agendas escondidas y jefes en la sombra, que eran sus enemigos.
Al final de cuentas, su exceso de confianza terminó con su muerte y hoy estoy soñando su velorio, lo observo a él (a Ecuador) acostado en el ataúd impávido, al mismo tiempo lo observo a él, mirando su ataúd mirando a todos aquellos en quien confió, absorto, sorprendido de la hipocresía, de la inoperancia, de la mala intención, de la mentira que lo envenenó.
Sueño que identifica a muchos
Esta es una crónica de un sueño con la que muchos se pueden sentir identificados, ojalá solo sea un sueño y no sea nuestro futuro. El turismo es uno de los que se siente identificado con este sueño, con este velorio de un señor que se llamaría Ecuador.
Mientras el sacerdote daba los santos óleos, entraron encapuchados dispararon fusiles mientras el sacerdote daba la Paz los fusiles repartían Paz, Paz, Paz, los mataron a todos como una “sublime” oda a la incoherencia y la ironía, no sobrevivió ninguno, ni sus amigos que lo hundieron, ni los que lo querían, ni los que lo odiaban, tampoco sobrevivió el que hacía limpieza en el velatorio, ni el que vendía los almuerzos, se murieron todos, inclusive los encapuchados terminaron disparándose entre ellos.
Esto no es una historia de crónica roja sólo una reflexión sobre nuestro futuro, las leyes están al revés, apuntan en contra de la gente; los que deben ejercer justicia no lo hacen; los que deben cambiar las leyes, no lo hacen; los que deben guiar al país, no lo hacen. Y todos nosotros, impávidos, observando, como cronistas, nuestra propia muerte.
Compren mucha tinta y compren muchas hojas de papel, para que cuando llegue nuestro desenlace fatal, al menos, dejemos el mensaje a nuestros descendientes, escribamos claramente la palabra “estúpido”, en el intento de conceptualizar el camino por el que vamos y además escribamos que hemos sido el mejor ejemplo de lo que no se debe de hacer como sociedad, porque ella terminará mirando su propio velorio.
Quizá por nuestros hijos, quizá por nuestros nietos aparezca el destello de iluminación necesario para recordar que todos somos ecuatorianos y que en este Titanic, o todos avanzamos o todos nos hundimos. (O)
Autor: Ing. Marcelo Moncayo
- Profesor titular de la universidad de Guayaquil.
- Profesor de Ingeniería Sísmica y diseño de estructuras de hormigona armado.
- Profesor de maestría de ingeniería civil en la catedra de comportamiento dinámico de estructuras.
- Master en ciencias de la universidad técnica de Munich en el área de Mecánica Computacional o elementos finitos.
- Ingeniero de terremotos graduados en el ministerio de la construcción del Japón (BRI) y Universidad de Tokio
- Investigador invitado adjunto en la universidad técnica de Munich y en la universidad de Tokio.
- Diseño de edificios hasta de 20 pisos de la ciudad. (I)